21/11/2025 Presentación de María (Lc 19, 45-48)
- Angel Santesteban

- hace 7 horas
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Entró en el templo y comenzó a echar fuera a los que vendían.
Jesús vino a traernos la gratuidad total del amor de Dios. Por ello, cuando la Iglesia o las iglesias se convierten en negocios, se dice que la salvación no es tan gratuita. Y es justo por eso que Jesús toma el látigo en la mano para hacer este rito de purificación en el templo (Papa Francisco).
Jesús quiere todo el recinto para Dios. Para hombres y mujeres de Dios todo es sagrado. Distinguir entre sagrado y profano, conduce a profanar lo sagrado. Quien cree que a Dios se le encuentra únicamente en los templos es muy capaz de convertirlos en cuevas de bandidos. Quien no cree que a Dios se le encuentra, en primer lugar, en los prójimos, tampoco lo encontrará en los espacios oficialmente sagrados. Claro que para que ese servicio al Señor en los prójimos sea firme y permanente, necesitamos unos espacios y unos tiempos especiales.
Mi casa es casa de oración, pero vosotros la habéis convertido en cueva de bandidos.
Vienen a la mente las palabras de Ezequiel: ¡Ay de los pastores de Israel que se apacientan a sí mismos! Habéis tomado su leche, os vestís con su lana, matáis las más gordas, y a las ovejas no las apacentáis (Ez 34, 2-4).
Pero será bueno personalizar la reflexión. Contemplando a Jesús y escuchando sus palabras me pregunto cuánto profano mi templo y mi culto. Porque, ¿no es cierto que, con frecuencia, me sirvo de Dios en lugar de servir a Dios? ¿Y no es cierto también que fácilmente olvido ser templo de Dios habitado por el Espíritu (1 Cor 3, 16)? Glorificad, por tanto, a Dios en vuestro cuerpo (1 Cor 6, 20).
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