Y vosotros, ¿quién decÃs que soy yo?
¿Cuánto conocÃan a Jesús los discÃpulos en aquel momento? Muy poco. Le querÃan mucho, sÃ; lo habÃan dejado todo por Él. CreÃan que Jesús era el MesÃas prometido desde antiguo, pero pensaban en un mesianismo polÃtico y triunfal. El verdadero conocimiento de Jesús le es concedido al discÃpulo al ritmo querido por el Señor. La respuesta de Pedro a la pregunta de Jesús es pura gracia: Tú eres el MesÃas, el Hijo de Dios vivo. Pedro serÃa incapaz de explicar sus palabras.
En verdad, nadie conoce al Hijo sino el Padre, ni al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar (Mt 11, 27). Siempre será más lo desconocido de Jesús, que lo conocido. San Pablo suspiraba por un conocimiento más pleno: Todo lo considero pérdida comparado con el superior conocimiento del MesÃas Jesús, mi Señor (Flp 3, 8).
Tú eres Pedro, y sobre esta Piedra edificaré mi Iglesia, y el imperio de la muerte no la vencerá.
Sorprende la confianza de Jesús en una persona con tantas limitaciones como Pedro; que haga de Pedro la roca fundamento de su Iglesia. Pero vemos en Jesús una seguridad absoluta; un convencimiento total de que, aunque sometida a las embestidas del poder del mal, como una barquilla en la tempestad, al final la Iglesia se mantendrá fiel al Evangelio. Jesús cuenta con la garantÃa del EspÃritu. Esto hace que los creyentes estemos igualmente seguros de que, llegada la plenitud de los tiempos, todo estará bien, porque todo tendrá a Cristo por cabeza, lo que está en los cielos y lo que está en la tierra (Ef 1, 10).