22/04/2021 Jueves 3º de Pascua (Jn 6, 44-51)
- Angel Santesteban
- 21 abr 2021
- 2 Min. de lectura
Los profetas han escrito que todos serán discípulos de Dios.
Todos. Es palabra de gran sabor evangélico. Recordemos la parábola del gran banquete: El amo dijo al criado: Sal a los caminos y cercas y obliga a entrar hasta que se llene mi casa (Lc 14, 23). Todos; tiene también mucho sabor paulino: En Él decidió Dios que residiera la plenitud; que por medio de Él todo fuera reconciliado consigo, haciendo las paces por la sangre de la cruz, entre las criaturas de la tierra ay las del cielo (Col 1, 20). Todos. En verdad es bueno, muy bueno, creer en la gratuidad y universalidad de la salvación de Jesús, el Salvador.
El que cree tiene vida eterna.
Creyendo así tenemos ya vida eterna. Jesús no piensa en el cielo después de la muerte. Piensa en el aquí y el ahora. La palabra ETERNA no apunta al tiempo futuro, sino a la plenitud. La que nos da la fe comprendiendo la anchura y la longitud, la altura y la profundidad, y conociendo el amor de Cristo que excede todo conocimiento (Ef 3, 18-19).
Yo soy el pan de vida.
Así comenzaba el Evangelio de ayer. Hoy escuchamos las mismas palabras de la boca de Jesús. El de Juan es el Jesús más eucarístico de los cuatro Evangelistas. Aunque Juan sea el único que no nos ofrece el relato de la institución de la Eucaristía, su Evangelio nos da la significación más profunda del PAN DE VIDA. Lo hace con este discurso que leemos estos días, y con el relato del lavatorio de los pies. En sintonía con Juan, algunas liturgias orientales invitan al pueblo a proclamar durante la elevación el mandamiento nuevo. La comunión eucarística, si verdadera, se fusiona con la comunión fraterna.
Comentarios