¿Ahora creéis? Mirad, llega la hora, ya ha llegado, en que os dispersaréis cada uno por vuestro lado y me dejéis solo.
Los discípulos han pasado de la tristeza a la euforia: Ahora sí que hablas claro… Ahora sabemos… Por eso creemos… A Jesús no le convence semejante arrebato e intenta devolverles a la pobre realidad de sus limitaciones humanas. Y no para que vuelvan a la tristeza, no; en ningún momento se le ocurre echarles en cara su poca fiabilidad y su mucha fragilidad. Les quiere así, tal como son. De ahí que algunos de los grandes amigos del Señor hayan llegado al extremo de confesar su cariño hacia las propias debilidades. Como san Pablo: Muy a gusto presumiré de mis debilidades (2 Cor 12, 9). O como santa Teresita que invitaba a una amiga a amar la propia impotencia. Así será cuando aprendemos a ponerlo todo en sus manos: presente y futuro, éxito y fracaso, virtud y pecado. Lo más importante no es que seamos mejores o peores; lo más importante es que confiemos.
Os he dicho esto para que gracias a mí tengáis paz. En el mundo pasaréis aflicción; pero tened valor: yo he vencido al mundo.
Santa Teresa Benedicta de la Cruz escribe: Caminar siempre de la mano de Dios, poner todas mis esperanzas y preocupaciones en las manos de Dios y no preocuparme de mí mismo y de mi futuro. Sobre estas bases descansan la libertad y la alegría de los hijos de Dios. ¡Qué pocos, aún entre los verdaderamente piadosos y dispuestos al sacrificio heroico, poseen este don! Muchos de ellos marchan por la vida encorvados bajo el peso de sus preocupaciones y deberes.
Comments