22/06/2025 Corpus Christi (Lc 9, 11b-17)
- Angel Santesteban
- 21 jun
- 2 Min. de lectura
El Señor Jesús, en la noche en que iba a ser entregado, tomó pan y, pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo: Esto es mi cuerpo que se entrega por vosotros.
El Nuevo Testamento nos ofrece cuatro relatos de la institución de la Eucaristía; los tres de Mateo, Marcos y Lucas, y el de san Pablo que hemos escuchado en la segunda lectura. El de san Pablo es el primero; lo escribió apenas veinte años después de la muerte de Jesús.
En esta fiesta del Corpus Christi sería bueno preguntarnos cómo recibimos la Eucaristía. ¿No tendrán razón quienes piensan que nuestras comuniones son ricas en lo personal y pobres en lo social? Recordemos que el amor a Dios y el amor al prójimo son inseparables. Jesús, en el Evangelio de esta fiesta, nos invita a vivir la Eucaristía con una actitud menos centrada en lo nuestro y más centrada en los demás. Así les dijo a aquellos discípulos y así nos dice hoy a nosotros: Dadles vosotros de comer.
Es evidente que los problemas, tanto del gran mundo como del pequeño mundo de cada uno, son demasiado grandes para nuestras cortas posibilidades: tanta enfermedad, tanta desgracia, tanta injusticia, tanta guerra…, ¡y tanta impotencia por nuestra parte! Pero la dificultad, aparentemente insuperable, nunca debe ser excusa para no hacer nada; Él se encarga de multiplicar lo poquito que tenemos y ofrecemos para satisfacer cualquier necesidad. Basta que tengamos fe. La madre de Jesús nos da un buen ejemplo cuando, ante la falta de vino en las bodas de Caná, no pensó que aquello no era asunto suyo y que poco podía hacer. Lo poco que pudo, lo hizo. Y fue suficiente. Después de ir a su hijo y exponerle la necesidad, se fue a los criados y les dijo: Haced lo que os diga. Y todo el mundo disfrutó de la fiesta.
Dadles vosotros de comer. Quienes recibimos la Eucaristía estamos llamados a ser Eucaristía. Llamados a abandonar posiciones cómodas. Llamados a darnos y entregarnos como Jesús se dio y se entregó. Que cuando comulgamos, los prójimos estén tan presentes en nosotros como el mismo Jesús.
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