22/08/2025 Santa María, Reina (Mt 22, 34-40)
- Angel Santesteban
- 21 ago
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Este es el precepto más importante. Pero el segundo es equivalente: Amarás al prójimo como a ti mismo.
Los fariseos han preguntado a Jesús: ¿Cuál es el mandamiento principal de la Ley? La primera parte de la respuesta de Jesús es la que ellos esperaban. Pero nadie esperaba lo que añade sobre los prójimos; les sorprende, les resulta revolucionario. ¿Equiparar a Dios con los prójimos? La religiosidad farisea distingue bien entre lo de Dios y lo de los prójimos. Lo de Dios pertenece a la esfera de lo sagrado y lo de los prójimos pertenece a la esfera de lo profano. Y lo sagrado, lo de Dios, tiene absoluta prioridad sobre lo profano, sobre lo de los prójimos.
Algo de esa mentalidad queda entre nosotros cuando nos acusamos de distracciones en la oración con Dios y no se nos ocurre acusarnos de distracciones en el servicio a los hermanos.
Jesús sitúa el amor a los prójimos por delante del amor de Dios: Si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que un hermano tuyo tiene algo contra ti, deja tu ofrenda (Mt 5, 23). Así lo dice aquí y así lo dice en muchos otros lugares. Por ejemplo, en las parábolas del Buen Samaritano y del Juicio Final. Así lo transmite san Juan en la primera de sus cartas: Quien no ama a su hermano a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve (1 Jn 4, 20). No podemos estar cien por cien seguros de que amamos a Dios; sí podemos estar cien por cien seguros de que amamos al prójimo. Y estamos seguros de que la medida de amor a Dios es el amor a los prójimos.
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