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22/09/2022 Jueves 25 (Lc 9, 7-9)

¿Quién es éste de quien oigo semejantes cosas?

Herodes está intrigado. Se pregunta quién es éste Jesús de quien tanto se habla. Su pregunta está en la mente de muchos; incluso de los mismos discípulos: ¿Quién es éste que conmina a los vientos y al agua y le obedecen? (Lc 8, 25). En el Evangelio de mañana será Jesús quien pregunte a los discípulos: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?

¿Quién es éste? Unos pensaban que era Juan resucitado, otros que Elías, otros que un profeta de los antiguos. Es fuerte la querencia humana por el pasado, con tanto de añoranza y de nostalgia. Jesús prefiere que, sin dejarnos condicionar por el pasado, pongamos los ojos y el corazón en el futuro iluminando el presente con la fe y la esperanza: Porque estimo que los sufrimientos del tiempo presente no son comparables con la gloria que se ha de manifestar en nosotros (Rm 8, 18).

Pero volvamos a Herodes que tenía ganas de ver a Jesús.

Lo suyo era pura curiosidad. Llegará el día en que traerán a Jesús a su presencia, pero no conseguirá hacerle pronunciar una sola palabra (Lc 23, 9). Jesús se da a conocer al que le busca sinceramente, no al curioso. Caemos en la curiosidad cuando buscamos al dios-espectáculo que manifiesta su poder en apariciones y fenómenos extraordinarios.

El Papa Francisco nos dice que el conocimiento de Jesús a través del catecismo no es suficiente. A Jesús es necesario conocerle en el diálogo con Él, en la oración. Si tú no rezas, no hablas con Jesús, no le conoces. Santa Teresa de Ávila piensa que este rezar o hablar con Jesús no es otra cosa sino estar muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama.

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