En el Evangelio de hoy encontramos dos dichos de Jesús: uno sobre la interpretación del tiempo presente y otro sobre la corrección fraterna. Aparentemente no existe relación entre ellos, pero la hay. Porque no es posible entender y vivir cabalmente el presente sin buscar justicia y paz con los prójimos.
Sabéis interpretar el aspecto de la tierra y el cielo, ¿y no sabéis interpretar la coyuntura presente?
La coyuntura presente: esta maravillosa novedad de los tiempos mesiánicos en los que, como dice san Pablo, el Padre reconcilia por Jesús y para Jesús todas las cosas pacificando, mediante la sangre de su cruz, los seres de la tierra y de los cielos (Col 1, 20). Si no sé contemplar el presente, personal y universal, desde esta encumbrada atalaya de la fe absoluta en Jesús, no sabré interpretar la coyuntura presente. Y viviré envuelto en una nube de tristeza y pesadumbre por lo mal que van las cosas en mi vida o en el mundo. Y rezaré y me mortificaré por los pecadores. Y en el fondo de mi ser pensaré que el mundo se le está escapando de las manos a Dios. Y haré el camino de la vida marcado por un talante sombrío semejante al de Qohelet: Nada nuevo bajo el sol (Qo 1, 9).
Si sé contemplar el presente, personal y universal, desde esta encumbrada atalaya, podré ir por la vida cantando con el salmista: Los cielos cuentan la gloria de Dios, el firmamento anuncia la obra de sus manos; el día al día comunica el mensaje, la noche a la noche le pasa noticia. Acepta, Señor, con agrado mis palabras, el susurro de mi corazón, Roca mía, mi Redentor (Salmo 19).
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