22/11/2023 Santa Cecilia (Lc 19, 11-28)
- Angel Santesteban
- 21 nov 2023
- 2 Min. de lectura
Un hombre noble marchó a un país lejano para ser nombrado rey y volver. Llamó a diez empleados suyos, les entregó diez minas y les encargó: Negociad hasta que yo vuelva.
El domingo escuchábamos esta parábola en versión de Mateo. Se trata de la misma parábola, pero con importantes diferencias. Como el contexto. Mateo la sitúa en Jerusalén, haciendo equipo con las parábolas del final de los tiempos. Lucas la sitúa en Jericó, como respuesta a la creencia general de que el reinado de Dios se iba a revelar de un momento a otro. Otra diferencia importante la encontramos al final. En Mateo el criado negligente recibe un castigo cruel. En Lucas, al criado negligente solamente se le quita el dinero; el cruel castigo es para los enemigos del rey: traedlos aquí y degolladlos en mi presencia.
La parábola, en sus dos versiones, podría entenderse como una afirmación de que la salvación depende del empeño y esfuerzos personales. Algo que contradice lo central del Evangelio: la gratuidad. Por tanto, hay que entenderla de otra manera.
A quien tiene se le dará y a quien no tiene se le quitará aun lo que tiene. Quien tiene es quien se mueve en la órbita de la gratuidad en sus relaciones con Dios y con prójimos; tal persona estará cada vez más rebosante de gloria y plenitud. Quien no tiene es quien se mueve en la órbita de la reciprocidad, con espíritu mercantilista y calculador; tal persona se verá cada vez más hundida en la ruindad de la condición humana.
Cualquier ambiente, también el más lejano e impracticable, puede convertirse en un lugar donde hacer rendir los talentos. No existen situaciones o lugares excluidos a la presencia y al testimonio cristiano (Papa Francisco).
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