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22/12/2021 Miércoles 4º de Adviento (Lc 1, 46-56)

Proclama mi alma la grandeza del Señor, y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador.

El cántico de María es un cántico innovador y revolucionario, como innovador y revolucionario es el hecho de que Dios se haga hombre en el seno de una mujer. El cántico de María es un acompañante excelente durante estos días finales del Adviento para preparar la Navidad. Excelente acompañante durante los años de nuestra vida en que preparamos la gloriosa y definitiva venida de nuestro Señor Jesucristo.

¿Por qué lo de excelente? Porque nos pone ante los ojos el más verdadero Dios: el Dios puesto de manifiesto en el Hijo de María, el Dios cuya misericordia se extiende de generación en generación, el Dios que se pone de parte de los más pobres y más pequeños. No es el Dios del ojo inquisitivo enmarcado en un triángulo, sino el Dios del ojo bondadoso enmarcado en un corazón que destila ternura. No es el Dios que tiene memoria de nuestros pecados, sino el Dios que solamente se acuerda de su misericordia.

Mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador.

Alegrémonos y hagamos nuestro el cántico de María, porque también nosotros, como ella, tenemos experiencia de salvación: Nos sabemos salvados por la gracia mediante la fe; y esto no viene de nosotros, sino que es un don de Dios; tampoco viene de las obras, para que nadie se gloríe (Ef 2, 8-9).

El cántico de María concluye con estas dos palabras: para siempre. En verdad, como dijo Gabriel a María, el reino de su Hijo no tendrá fin (Lc 1, 33). Mientras alabamos y damos gracias a Dios, contemplamos con devoción a María para sintonizar perfectamente con ella en su Magnificat.

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