En aquella ocasión se presentaron algunos a informarle acerca de unos galileos cuya sangre había mezclado Pilato con la de sus sacrificios.
Para los judíos, una desgracia era un castigo divino. Los que hoy informan a Jesús de la macabra noticia del asesinato de unos galileos, representan un tipo de periodismo frecuente en nuestros días, que, como buitre con la carroña, disfruta de lo morboso. La reacción de Jesús decepcionó a aquellos informadores. No apuntó con el dedo hacia Pilato o hacia los galileos; apuntó hacia todos nosotros. Nos pide que nunca nos pensemos mejores que otros y que seamos compasivos y comprensivos con todos, porque si no os arrepentís, acabaréis como ellos.
Todos somos cuidadosos con la higiene corporal. Deberíamos tener el mismo cuidado con la higiene mental; así no nos dejamos contaminar por ese periodismo que gusta de la basura como el cerdo del barro. Para esto no es necesario ser cristiano; basta ser sensato. Si lo somos, boicotearemos el periodismo basurero. Si no lo somos seremos contaminados por los virus del borreguismo, del fariseísmo, del chismorreísmo…
Pero el Evangelio de hoy contiene otra lección muy valiosa. Nos la ofrece Jesús con la parábola de la higuera: Un hombre tenía plantada una higuera en su viña, fue a buscar fruto en ella y no lo encontró. Esta parábola representa bien, por una parte, nuestra miseria; por otra parte, la paciencia de Dios. Qué bonito habría sido que el dueño de la higuera hubiese hecho un milagro y la parábola concluyese con una higuera llena de higos. Pero, no. Al Señor no le gusta precipitar las cosas. Prefiere que nunca nos cansemos de esperar. La parábola nos hace ver la increíble solidaridad de Dios con nuestra pobreza radical, con nuestros fracasos, con nuestros limitados recursos.
Una fe firme nos lleva a encontrar a Dios en las circunstancias más pobres de la vida. No busquemos escapar de nuestra pobre circunstancia. Sepamos vivir tranquilos con nuestra pobreza y con nuestras manos vacías. Sepamos asumir que nos tocará vivir más la experiencia del estiércol maloliente, que la experiencia de los higos abundantes.
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