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23/08/2021 Lunes 21 (Mt 23, 13-22)

¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que cerráis a los hombres el Reino de los Cielos!

Escribas y fariseos estaban supuestos a ser guías que ayudasen a los hombres y mujeres de su pueblo a entrar en el Reino de los Cielos, aprendiendo a vivir y disfrutar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Pero se habían convertido en una enorme barrera.

Más de lo mismo puede suceder con quienes seguimos a Jesús. De hecho, vemos en algunas páginas del Evangelio cómo quienes están en torno a Jesús llegan a ser un estorbo para, por ejemplo, aquel ciego de Jericó (Mc 10, 48). Si nuestra manera de vivir lo cristiano provoca repulsa y desagrado, más que asombro y liberación, ¡ay de nosotros! No adulteremos el Evangelio haciéndolo foco de miedos, de servidumbres pesadas, de estados depresivos.

¡Ay de vosotros, guías ciegos!

Aquellos dirigentes de la religión judía, tan piadosos y observantes, en lugar de facilitar la vida al pueblo se la complicaban. En lugar de abrir puertas, las cierran. Jesús apunta a tanta casuística y tanta ley que domina su religiosidad. Apunta a tantos detalles nimios a los que se les da tanta importancia que impide poner la atención en lo esencial. Todo esto nos viene bien, también hoy, a todos. Los formalismos y los formulismos tienen una gran habilidad para renacer de sus cenizas. Quizá un poco modernizadas, pero igualmente ridículas desde la perspectiva del Evangelio.

Jesús ha olvidado su mansedumbre y dulzura. Contemplamos y escuchamos a este Jesús enfurecido. Y reflexionamos sobre cuánto puedo aplicar sus palabras a alguna o algunas de mis actitudes.

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