¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas!
Continúa la larga invectiva de Jesús contra escribas y fariseos. Hoy son solamente dos los ¡ay de vosotros! Recordemos que Jesús está hablando a la multitud y a sus discípulos (v. 1). Será bueno entender sus palabras como un aviso que nos mantenga alerta ante unas actitudes que pueden darse en grupos religiosos de cualquier tiempo y lugar. Se dan cuando la práctica religiosa relega lo esencial a un segundo plano. Lo esencial, como el Señor dijo con absoluta claridad, es el amor: Este es mi mandamiento: que os améis los unos a los otros como yo os he amado (Jn 15, 12). Y las expresiones del amor son la misericordia, la compasión, el perdón, el servicio.
¿Quizá nos preocupamos tanto de algunas prácticas de piedad que nos parece que con eso ya hemos cumplido la tarea de un buen seguidor de Jesús? ¿O quizá vivimos una vida tan pendiente de nuestro entorno y tan preocupada por nuestro buen nombre que hemos llegado a olvidar la interioridad? Porque el seguimiento de Jesús es algo mucho más profundo que el cumplimiento externo de una serie de normas y ritos. El seguimiento de Jesús es cosa del corazón.
¡Guías ciegos, que coláis el mosquito y os tragáis el camello!
No es tan difícil instalarse en la complacencia de una vida edificada sobre una decorosa moralidad y respetabilidad. Habremos caído en ese engaño cuando nuestro corazón no palpita al ritmo del entusiasmo, la generosidad, la gratuidad, la alegría, la apertura y la frescura del Evangelio. Entonces nuestro culto será el culto de quien honra a Dios con los labios, pero el corazón está lejos de Él.
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