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23/09/2021 San Pío de Pietrelcina (Lc 9, 7-9)

Herodes se enteró de todo lo sucedido y estaba desconcertado… Comentaba: A Juan yo lo hice decapitar. ¿Quién será éste de quien oigo tales cosas? Y deseaba verlo.

El primer Herodes fue el rey Herodes el Grande; el gran constructor. Fue el más cruel de toda la dinastía y murió cuando Jesús apenas había nacido. Ahora, treinta años más tarde, se trata del tetrarca Herodes Antipas. Tetrarca, porque su territorio era la cuarta parte del de su padre. Todos los Herodes fueron obsequiosos vasallos de Roma.

A Herodes le pica la curiosidad. Le gustaría conocer a Jesús de primera mano; frívola veleidad. La figura de Herodes nos ofrece la oportunidad de preguntarnos por las actitudes de Jesús ante los poderosos de su tiempo; así tenemos un punto de referencia para saber cómo comportarnos ante los poderes económicos y políticos que manejan nuestra sociedad.

No cabe duda que las circunstancias sociales y políticas de entonces en Israel, eran peores que las nuestras. Jesús las conoce perfectamente y las sufrirá en su propia carne. No tiene buena opinión de los gobernantes. Un día, cuando le avisan que Herodes quiere matarle, responde: Id a decir a ese zorro… (Lc 13, 32). Pero los poderes políticos, judíos o romanos, no condicionan su vida; los ignora. Él, a su tarea de llevar la Buena Noticia a los pobres.

Deseaba verlo.

Lo de Herodes es un antojo sin fundamento. Un día verá a Jesús, se alegrará pensando que Jesús le entretendrá con algunos milagros, pero quedará defraudado. Jesús respondió con el silencio a todas sus preguntas. Pero, ¿y si hubiese visto a Jesús en aquel momento? Porque también Zaqueo, el del árbol, quiso ver a Jesús. Hubo encuentro y la vida de Zaqueo cambió por completo.

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