Vosotros, ¿quién decís que soy yo?
Se lo pregunta a todos los que le siguen. Antes, cuando les ha pedido le digan quién dice la gente que es Él, se han apresurado a decirle que la gente le equipara a algunos de los más grandes personajes de la historia de Israel. Pero ahora quiere saber qué piensan ellos que tanto tiempo llevan con Él; es lo que de verdad le interesa. No se atreven a responder. Es que no lo tienen claro. Solamente responde Pedro. En Lucas así: Tú eres el Mesías de Dios. En Marcos: Tú eres el Mesías (8, 29). En Mateo, la respuesta es más contundente: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo (16, 16).
Pedro sí que cree tenerlo claro. Pero muy pronto, cuando Jesús le reprenda por rechazar la cruz, se dará cuenta de que Jesús le resulta un desconocido. Es que a Jesús se le conoce solamente cuando se acepta que el triunfo de la resurrección pasa necesariamente por la muerte en la cruz. Solamente abrazándole crucificado y resucitado se llega a la plenitud del conocimiento de este Señor nuestro que nos ama hasta el extremo de la cruz.
Y nosotros, tú y yo, ¿quién decimos que es Él? ¿Cómo le respondemos? ¿Nos mostramos pusilánimes a la hora de expresarnos? ¿O nos faltan palabras para expresar todo lo que llevamos dentro y quisiéramos pregonar sobre Él?
Ojalá podamos hacer nuestras las palabras de Pablo: Con Cristo estoy crucificado y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Esta vida en la carne la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí (Ef 2, 20).
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