23/10/2025 Jueves 29 (Lc 12, 49-53)
- Angel Santesteban
- hace 5 horas
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He venido a arrojar un fuego sobre la tierra y ¡cuánto desearía que ya hubiera prendido!
Fuego, división, conflicto…Palabras sorprendentes en labios de Aquél a quien proclamamos nuestra paz (Ef 2, 14). Jesús usa el símbolo del fuego con frecuencia: a veces como figura de su Espíritu, a veces como figura del proceso de purificación del ser humano...
Hoy contemplamos un Jesús inflamado por el fuego de su Espíritu. También el Bautista había recurrido a la figura del fuego: Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego (Lc 3, 16). Su bautismo de Espíritu y fuego comienza con su predicación y es consumado en la cruz. La cruz es el fuego definitivo que hace que el mundo arda; la cruz es la llama de amor viva que toda deuda paga (Juan de la Cruz). El Evangelio de Jesús es fuego imparable que, por mucho que lo intentamos, no se deja controlar.
He venido a arrojar un fuego sobre la tierra y ¡cuánto desearía que ya hubiera prendido!
Se ha dicho que Jesús no ha venido con propuestas pacifistas, sino pacificadoras; la suya no tiene nada que ver con la paz de los cementerios. Solemos contemplar un Jesús tranquilo, sin calentones emotivos. Pero, como persona humana que es, hay momentos en que la fiebre emocional le sube muchos grados. Las palabras de hoy ponen de manifiesto un estado interior de impaciencia y muchas ganas por ver cumplida su misión.
Como decía Teresa de Ávila, es gran cosa, mientras vivimos y somos humanos, traerle humano. Así es como puede hacernos tan buena compañía en cualquiera de los distintos momentos que nos toca vivir. Jesús me anima hoy a superar la tentación de la mediocridad; a no conformarme con lo bueno, sino a buscar lo mejor.
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