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23/11/2020 Lunes 34 (Lc 21, 1-4)

De verdad os digo que esta viuda pobre ha echado más que nadie.

La primera de las Bienaventuranzas dice: Dichosos los pobres de corazón porque de ellos es el Reino de los Cielos. ¿Por qué? Porque ese es el estilo de vida de Jesús; desde Belén hasta la cruz. Desde esa experiencia de vida nos dice que ese es el camino de la dicha presente y futura. La viuda pobre del Evangelio, desprendiéndose de lo que tiene, anticipa lo que Jesús llevará a cabo en Jerusalén. Se desprende incluso de lo que necesita, de todo lo que tiene para vivir. Como Jesús, tiene confianza plena en Dios.

Son muchas las personas perfectamente anónimas que viven el estilo de vida de Jesús. Personas calladas y humildes, de corazón grande y generoso. Personas que mantienen vivo el Espíritu de Jesús entre actitudes menos evangélicas de mucha fachada y de poca sustancia Lo hacen con naturalidad, con sencillez, compartiendo lo que tienen… En verdad, lo que parece imposible para los hombres, es posible para Dios. En verdad el Reino de Dios está muy vivo entre nosotros.

Cuando, como la viuda pobre, damos unos pasos en el camino de la austeridad, de la renuncia y del compartir, entonces páginas del Evangelio como la de hoy adquieren nueva sonoridad; encontramos en ellas la alegría y el entusiasmo de los discípulos que acompañaban a Jesús: Mira, Maestro, nosotros los hemos dejado todo y te hemos seguido (Lc 18, 28).

Si no he abrazado aún ese estilo de vida, necesito creer que es posible hacerlo. Porque creo que lo que no es posible para mí, lo es para Dios. El día que lo pida sinceramente lo habré conseguido.

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