24/02/2022 Jueves séptimo (Mc 9, 41-50)
- Angel Santesteban
- 23 feb 2022
- 2 Min. de lectura
Quien os dé a beber un vaso de agua en atención a que sois del Mesías, os aseguro que no perderá su paga.
El Evangelista ha agrupado aquí varios dichos de Jesús pronunciados en distintos momentos y lugares. Tienen en común que se centran en la persona de Jesús. Todo comienza en Él y todo acaba en Él. El valor de todas las cosas depende de su relación con Él. Nada puede ser absolutizado fuera de Él; tampoco la Iglesia-institución. Cosas aparentemente sin importancia, como dar un vaso de agua al sediento, pueden ser muy buenas; o pueden ser muy malas si con ellas escandalizamos a uno de estos pequeños.
Si alguien escandaliza a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le atasen una piedra de molino en el cuello y lo arrojaran al mar.
Jesús, que acaba de pedir tolerancia a su discípulo Juan, se muestra ahora intolerante con quien escandaliza a uno de estos pequeños. Quiere que sus discípulos evitemos daños físicos o morales a nadie. Prefiere que nos hagamos daño a nosotros mismos. Lo dice con lenguaje crudo y metafórico: córtate la mano, córtate el pie, sácate el ojo. La mano o la actividad; el pie o nuestros caminos y actitudes; el ojo o nuestros deseos y aspiraciones. Siempre tenemos que anhelar vivir una vida más evangélica, más orientados hacia los demás y menos hacia nosotros.
La sal es buena; pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la sazonarán? Vosotros tened sal y estad en paz con los demás.
Los discípulos, los creyentes, estamos llamados a dar sabor al mundo. Para ello necesitamos mantener una sana tensión interior. Porque, ¡resulta tan sencillo acomodarse e instalarse en una vida piadosa y cómoda, rutinaria e irrelevante!
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