¿Pueden los invitados a la boda hacer duelo mientras el novio está con ellos? Llegará un día en que les arrebaten el novio y entonces ayunarán.
De nuevo, al comienzo de la Cuaresma, el tema del ayuno. A los piadosos discípulos del Bautista les sorprende la actitud tan poco ascética de Jesús y su grupo. Como los fariseos, también ellos creen que el sacrificio es una forma imprescindible para un verdadero culto a Dios. No entienden que Jesús lo viva todo en un plan tan jovial, como de fiesta de bodas. No entienden que no vayan por la vida con rostros de penitentes.
Entonces ayunarán. Se refiere al ayuno de encajar con serenidad, sin desalientos, los golpes de la vida. Se refiere al ayuno de compartir los sufrimientos de los demás, haciendo lo posible por aliviarlos. Como nos ha dicho el Señor en la primera lectura, el ayuno que yo quiero es éste: abrir las prisiones injustas, dejar libres a los oprimidos, compartir tu pan con el hambriento y no despreocuparte de tu hermano (Is 58, 6-7). Este es el ayuno que no corre peligro de narcisismos y nos lleva a lo más esencial que es el abrirnos a los hermanos.
También nos ha dicho el Señor en la primera lectura: Tus heridas se curarán. Son las heridas producto de un profundo e inconsciente egoísmo. Por eso que el ayuno más saludable para nosotros y más agradable a Dios es el ayuno del egoísmo, olvidando ponernos a nosotros mismos como puntos de referencia de los que nos rodean.
Parafraseando las palabras de Pablo sobre el amor, podemos decir: Aunque haga los ayunos más espectaculares, si no tengo amor, de nada me sirve (1 Cor 13, 3).
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