Estaba expulsando un demonio que era mudo.
Jesús hace hablar a un mudo provocando la admiración de muchos. No de todos. Siempre hay quienes piensan de manera retorcida: Expulsa los demonios con el poder de Belcebú, jefe de los demonios.
La gente tenía fe en Jesús. Tenía el corazón abierto: imperfecto, pecador, pero el corazón abierto. En cambio estos teólogos tenían una actitud cerrada. Y buscaban siempre una explicación para no comprender el mensaje de Jesús (Papa Francisco).
Se llaman demonios aquellos males que nos afectan y no podemos controlar. Creerse sensato especializándose en la búsqueda de motivaciones tortuosas, es un demonio que se adueña del hombre de la manera más sutil.
Jesús pide fidelidad absoluta a su persona. No estar con Él colaborando en la erradicación del mal, es hacerse cómplice del mal. Los pecados de omisión deberían ser los primeros en ser confesados. Aquellos hombres que atribuyen el milagro a un pacto de Jesús con Belcebú, se creen sabios y correctos, pero están dominados por un demonio especialmente inmundo. Jesús nos invita a estar atentos para no caer bajo el dominio de ningún demonio. Que son muchos: maledicencia, tristeza, temor, vanagloria…
Cuando uno fuerte y bien armado custodia su palacio, sus bienes están en seguro; pero si llega uno más fuerte que él y le vence…
Santa Teresa lo sabía muy bien: Si este Señor nuestro es poderoso como sé que lo es, y que son sus esclavos los demonios, siendo yo sierva de este Señor, ¿qué mal me pueden ellos hacer a mí? ¿Por qué no he de tener yo fortaleza para combatirme con todo el infierno? Tengo más miedo a los que temen mucho al demonio que al mismo demonio.
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