Os aseguro que me buscáis, no por las señales que habéis visto, sino porque os habéis hartado de pan.
Jesús se lamenta ante unos seguidores tan poco fiables. Acaban de ser testigos del milagro de la multiplicación de los panes y peces, pero no les basta. Quieren señales más espectaculares, más sensacionalistas; como vemos en nuestros actuales medios de comunicación. El seguimiento de Jesús está reñido con el sensacionalismo, como su vida misma: desde Belén hasta la cruz, pasando por Nazaret.
La nuestra será siempre una fe interesada. Pero debemos buscar siempre el olvido propio, conscientes de su comprensión hacia nuestro disimulado egoísmo. Al fin y al cabo Él nos puso por modelos a los niños, y nunca somos tan egoístas como cuando niños.
¿Qué hemos de hacer para obrar las obras de Dios? Jesús les respondió: La obra de Dios es que creáis en quien Él ha enviado.
A las obras de los judíos, al cumplimiento escrupuloso de la ley, Jesús contrapone la fe en el enviado de Dios. Así lo ratifica el antiguo fariseo Pablo, ahora seducido por Jesús: Todo lo considero pérdida comparado con el superior conocimiento del Mesías Jesús, mi Señor (Flp 3, 8). Y en otro lugar: De balde os han salvado por la fe, no por mérito vuestro, sino por don de Dios; no por las obras, para que nadie se jacte (Ef 2, 8-9).
¿Qué nos mueve en nuestro seguimiento de Jesús? Es bueno cuestionarse cuánto hay de amor puro, y cuánto de amor interesado. Como es bueno saber que solamente Él puede sacarnos de nosotros mismos. San Juan de la Cruz lo dice así: Salió el alma, sacándola Dios.
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