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24/05/2022 Martes 6º de Pascua (Jn 16, 5-11)

Os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya, porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito.

El Paráclito, el Espíritu, su Espíritu; Él es quien nos guía hasta la verdad plena, hasta el mejor conocimiento de Jesús. Sin el Espíritu, es posible admirar y amar a Jesús, pero no es posible conocerle a fondo. Sin el Espíritu es posible ser buena gente, pero vivir teniendo como punto de referencia la ley de Moisés en lugar del Evangelio de Jesús.

Podríamos comparar la fe popular a la contemplación de las estrellas a ojo limpio. La fe iluminada por el Espíritu sería la contemplación de esas mismas estrellas con un buen telescopio. El Espíritu es ese telescopio que nos permite entrar muy adentro en el misterio de Jesús, desvelándonos siempre nuevas maravillas.

Os conviene que yo me vaya.

Tres años escasos con ellos, ¿y se va? ¿No es demasiado pronto? Jesús no se ve indispensable. Es una buena lección. Mirándolo todo desde Dios, entendemos que, estemos o no estemos, todo está en buenas manos.

Cuando Él venga, mostrará al mundo dónde está la culpa, dónde la inocencia, dónde el juicio.

Dónde está la culpa. En el Evangelio de Juan la culpa o pecado es uno: la falta de fe en Él. Lo que el hombre tiene que hacer, por encima de todos los mandamientos, es creer al enviado de Dios (Jn 6, 29).

Dónde la inocencia. Jesús es la inocencia, o la justicia, o la misericordia de Dios; todo es uno.

Dónde el juicio. Juicio es sinónimo de condenación. El príncipe de este mundo ha sido condenado: Ahora es el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será derribado (Jn 12, 31).

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