Entonces verán al Hijo del Hombre que llega en una nube con gran poder y gloria.
Son palabras muy parecidas a las que introducen la parábola del Juicio Final en Mt 25, 31. Ambas se inspiran en las del profeta Daniel: Vi venir en las nubes del cielo una figura humana… Le dieron poder real y dominio: todos los pueblos, naciones y lenguas lo respetarán. Su dominio es eterno y no pasa, su reino no tendrá fin (Dan 7, 13-14).
Cuando comience a suceder eso, erguíos y levantad la cabeza, porque se acerca vuestra liberación.
El seguimiento de Jesús no nos libra de las calamidades universales o personales. Pero si de verdad somos discípulos de Aquel a quien proclamamos Señor del universo y Señor de nuestras vidas, sabremos afrontarlo todo con entereza y confianza.
Así lo afirma Jesús: Os he dicho esto para que gracias a mí tengáis paz. En el mundo pasaréis aflicción, pero tened valor: Yo he vencido al mundo (Jn 16, 33).
Así lo dice Pablo: ¿Quién nos apartará del amor del Mesías? ¿Tribulación, angustia, persecución, hambre, desnudez, peligro, espada? En todas estas circunstancias vencemos de sobra gracias al que nos amó (Rm 8, 35-37).
Los creyentes sabemos que el Reino de Dios es ya una realidad; y que está entre nosotros, aunque no haya llegado todavía a su plenitud. Los signos de desmoronamiento, a nivel mundial y personal, son, como la muerte de Jesús, puntos de partida de los cielos nuevos y de la tierra nueva.
Erguíos y levantad la cabeza, se acerca vuestra liberación. En efecto, el triunfo, la victoria de Jesucristo es llevar la creación al Padre en el final de los tiempos (Papa Francisco).
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