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24/12/2021 Viernes 4º de Adviento (Lc 1, 67-79)

  • Foto del escritor: Angel Santesteban
    Angel Santesteban
  • 23 dic 2021
  • 2 Min. de lectura

Bendito el señor Dios de Israel porque se ha ocupado de rescatar a su pueblo.

El cántico de Zacarías (Benedictus), como el cántico de María (Magnificat), brota de la experiencia personal de salvación: Nos ha suscitado una eminencia salvadora. El estallido de gratitud y alabanza de las primeras líneas (nos salva de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian), se transforma luego en gloriosa visión de futuro (libres de manos enemigas, podamos servirle sin temor en santidad y justicia en su presencia todos nuestros días).

Sin temor. Libres de manos enemigas.

Las manos enemigas que nos atenazan brotan de dentro. Se pueden llamar compulsiones, miedos, servidumbres; o pueden recibir los nombres de los siete pecados capitales: Lo que sale del hombre es lo que contamina al hombre (Mc 7, 20). No es honesto ni sabio pensar en enemigos exteriores.

Por las entrañas de misericordia de nuestro Dios, que harán que nos visite una Luz de lo alto.

Que resuenen gozosos en lo interior de todo creyente el Benedictus, el Magnificat y el canto de los ángeles de Belén: Gloria a Dios en lo alto y en la tierra paz a los hombres que Él ama. Que todos podamos componer nuestro cántico desde la propia experiencia personal de salvación. Como san Agustín: Salten de júbilo los hombres, - salten de júbilo las mujeres; - Cristo nació varón y nació de mujer – y ambos son honrados en Él. – Alegraos, cautivos: ha nacido vuestro Redentor, - Alborozaos, siervos, porque ha nacido el Señor. – Alégrense los cristianos, porque ha nacido Cristo.

El cántico de Zacarías nos muestra, hasta en tres ocasiones, que lo que mueve a Dios a actuar como actúa no es otra cosa que su entrañable misericordia.

 
 
 

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