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25/01/2022 Conversión de san Pablo (Mc 16, 15-18)

  • Foto del escritor: Angel Santesteban
    Angel Santesteban
  • 24 ene 2022
  • 2 Min. de lectura

Id por todo el mundo proclamando la Buena Noticia a toda la humanidad.

Este Evangelio es un resumen de la vida de Pablo. Aunque no perteneció al grupo de los Doce, es llamado con toda razón el apóstol (con artículo determinado): ¡Ay de mí si no proclamo el Evangelio! (1 Cor 9, 16). No encontró al Jesús de carne y hueso, pero el Resucitado le encontró a él en el camino de Damasco. El libro de los Hechos nos ofrece tres versiones de su conversión (capítulos 9, 22 y 26; las dos últimas en primera persona). En su carta a los Gálatas Pablo define así su conversión: Cuando Aquel que me separó desde el seno de mi madre y me llamó por su gracia, tuvo a bien revelar en mí a su Hijo para que le anunciase entre los gentiles… (Gal 1, 15). Fue un cambio radical de convicciones y de vida. Donde estaba su convicción, estaba su error.

Era un hombre orgulloso de sus convicciones. Se sentía realizado. Con una idea precisa de qué era la vida con sus deberes. Pero un día ocurrió lo imprevisible: Jesús salió a su encuentro. El perseguidor se convirtió en apóstol. ¡He visto a Jesús resucitado! Este es el fundamento de la fe de Pablo y de todos nosotros (Papa Francisco).

Así es cómo, gracias a aquella experiencia gratuita y esplendorosa, Pablo asumió lo más medular del Evangelio: la gratuidad y la universalidad de la salvación. Adquirió conciencia de que el amor de Dios, manifestado en Jesús, nos va divinizando: Todos nosotros, reflejando con el rostro descubierto la gloria del Señor, nos vamos transformando en su misma imagen con esplendor creciente, como bajo la acción del Espíritu del Señor (2 Cor 3, 18).

 
 
 

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