Primero les ha dicho, y nos lo dice a todos: Mucho tengo todavía que deciros, pero ahora no podéis con ello. Luego asegura que cuando venga Él, el Espíritu de la Verdad, os guiará hasta la Verdad plena. Por eso conviene que Él se vaya.
El significado de la salvación que Jesús trae a toda la humanidad está todavía oscuro para nosotros. Unos pocos, los creyentes, sabemos algo de ello; unos más, otros menos. Pero la mayoría de los seres humanos no tiene la menor idea sobre Jesús; como no la tuvieron los invitados de Caná que disfrutaron del mejor vino sin conocer su procedencia. Es cosa del Espíritu el guiarnos a todos a la plenitud de la experiencia personal de salvación.
El Espíritu del Padre y del Hijo es el único maestro en la escuela donde se aprende a Jesús. Su libro de texto es el de las Escrituras en general, y el de los Evangelios en particular. Eso hizo Él después de la Resurrección: Les abrió sus inteligencias para que comprendieran las Escrituras (Lc 24 45). Solamente el Espíritu nos puede ir transformando en Él, como hizo con Pablo: Ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí (Gal 2, 20).
Jesús es la plenitud de la revelación de Dios. No busquemos nada fuera de Él: El que ahora quisiese preguntar a Dios, o querer alguna visión o revelación, no solo haría una necedad, sino haría agravio a Dios, no poniendo los ojos totalmente en Cristo, sin querer otra alguna cosa o novedad… Dios podría responderle así: Pon los ojos solo en Él, porque en Él te lo tengo todo dicho y revelado, y hallarás en Él aún más de lo que pides y deseas. (Juan de la Cruz).
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