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25/07/2021 Santiago, apóstol (Mt 20, 20-28)

Entonces se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo…: Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda.

Entonces. Es decir, inmediatamente después de haberles dicho por tercera vez que va a ser condenado a muerte, entregado a los gentiles que se burlarán de Él, que será azotado y crucificado, y que al tercer día resucitará. Parece que Jesús no se siente molesto con semejante salida de tono. Por lo que sea, los Zebedeos se sienten con mayores derechos que los otros. Los otros sí que se sienten molestos: se indignaron contra los dos hermanos. Todos compartían las mismas ambiciones.

Jesús aprovecha el conflicto para darles una lección: El que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo; igual que el Hijo del Hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos.

El Papa Francisco comenta: Los discípulos discutían quién ocuparía el lugar más importante. Jesús les trastoca su lógica diciéndoles sencillamente que la vida auténtica se vive en el compromiso concreto con el prójimo. Es decir, sirviendo.

¿Aprendieron la lección? Todavía no. ¡Es una lección tan difícil! Necesitan tiempo. La sabiduría humana dice que el poder es la clave para que el Reino de Dios se instale en el mundo. La sabiduría divina no está de acuerdo. Jesús es paciente: Mi cáliz lo beberéis. Necesitarán el Espíritu: El Espíritu de la Verdad os guiará hasta la verdad completa (Jn 16, 13).

El episodio es consolador para todos los que nos vemos tan poco consecuentes con nuestra vocación de seguidores del Crucificado. Salomé, con sus hijos Santiago y Juan, son discípulos fervorosos. Pero siguen atrapados por egos y ambiciones. Como nosotros. Jesús, poco a poco, con mucha paciencia y delicadeza, los va llevando, nos va llevando, hacia la plena identificación con Él.

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