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25/08/2021 Miércoles 21 (Mt 23, 27-32)

¡Hay de vosotros, letrados y fariseos hipócritas, que pagáis el diezmo de la menta, del anís y del comino, y descuidáis lo más grave de la ley: la justicia, la misericordia y la lealtad!

Ante palabras tan violentas hacia los dirigentes de judíos, podríamos reaccionar escuchándolas y pasando página; no nos atañen. O podríamos hacernos algunas preguntas; sí nos atañen. No está mal recordar que, con frecuencia, los denunciados por escándalos de tipo sexual se encuentran entre los moralmente estrictos y religiosamente piadosos. La religiosidad farisea, que tanto cuida la fachada, era muy popular en tiempos de Jesús, especialmente entre clérigos. Hoy sigue presente entre nosotros, sobre todo en entornos conservadores.

No nos será difícil encontrar en nosotros mismos contradicciones profundas entre lo que profesamos y lo que vivimos. Podríamos ocultar nuestra seria negligencia en lo esencial bajo una fachada de respetabilidad y virtud. Recordemos lo esencial: amor al prójimo, comenzando por el más necesitado: Si no tengo amor, soy como una campana que resuena o un platillo estruendoso (1 Cor 13, 1).

¡Fariseo ciego, limpia primero por dentro la copa y así quedará limpia por fuera!

Comenta el Papa Francisco: Parecían justos, parecían gente de iglesia, pero Jesús les dice una palabra no tan bonita: Hipócritas. Y para hacernos comprender cómo son ellos, la fotografía que Jesús les hace es: Sepulcros blanqueados.

Estamos libres del virus fariseo si nos sentimos pobres, si tenemos puesta nuestra confianza únicamente en Dios. Como santa Teresita: Alguien podría creer que si tengo una confianza tan grande en Dios es porque no he pecado. Aunque hubiera cometido todos los crímenes posibles, seguiría teniendo la misma confianza; sé que toda esa multitud de ofensas sería como una gota de agua arrojada en una hoguera encendida.

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