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25/09/2021 Sábado 25 (Lc 9, 43b-45)

Prestad atención a estas palabras: el Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres. Pero ellos no entendían lo que les decía; les estaba velado su sentido de modo que no lo comprendían y temían preguntarle acerca de este asunto.

Es el segundo anuncio de su muerte. El domingo pasado lo veíamos en la versión de Marcos. Este segundo anuncio de su muerte tiene lugar al día siguiente de la Transfiguración, donde había desvelado su gloria a tres discípulos. Pero tampoco ellos están capacitados para entender las palabras de Jesús. Las entenderán el día en que el Resucitado les abra los ojos: Hasta entonces no habían comprendido que según las Escrituras Jesús debía resucitar de entre los muertos (Jn 20, 9).

De todos modos, la cruz y el sufrimiento siguen siendo algo difícil de entender. Nos encantaría el Resucitado sin el Crucificado. El temor al sufrimiento y a la cruz acompaña a todo discípulo hasta el día en que abraza la cruz. Como lo hizo Pablo: Nosotros predicamos a un Cristo crucificado, escándalo para los judíos, locura para los gentiles; mas para los llamados, fuerza de Dios y sabiduría de Dios (1 Cor 1, 23-24).

En Jesús, Dios ha dejado de ser invisible. En Jesús, Dios se ha hecho transparente, con una transparencia que alcanza su plenitud en el Crucificado. La gloria del Resucitado es la garantía de la asombrosa verdad del Crucificado. Es en la cruz donde Jesús dice: Todo está cumplido (Jn 19, 30). Que es como decir que el amor trinitario no puede ir más lejos. Que es un amor llevado hasta el extremo. Y que este amor extremo no sabe de razones o cálculos. Que es un amor obstinado, universal, gratuito.

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