Maestro, ¿cuál es el mandamiento mayor de la Ley?
Jesús complica las cosas al fariseo que quiere saber cuál es el mandamiento mayor. Jesús le responde con dos mandamientos. Más adelante, en la Última Cena, cuando Jesús habla del tema sin depender de preguntas, simplifica la respuesta: Este es mi mandamiento, que os améis los unos a los otros como yo os he amado (Jn 15, 12). Todo se centra en el amor. Todo lo centra en el amor al prójimo; pues quien no ama a su hermano a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve (1 J 4, 20). Todas las demás cosas, sin amor, pierden todo valor: Aunque reparta todos mis bienes y entregue mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, nada me aprovecha (1 Cor 13, 3). El amor es la ley en su plenitud (Rm 13, 10).
El gran enemigo del amor es el YO. Ese YO que adopta variadas formas; las que, tradicionalmente, se han llamado pecados capitales: soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia, pereza. Por el contrario, el amor se pone de manifiesto en la servicialidad, en la humildad, en la afabilidad, en el perdón…: Amaos cordialmente los unos a los otros, estimando en más cada uno a los otros (Rm 12, 10).
Estamos hechos para amar y ser amados. Imposible alcanzar la plenitud de vida fuera del amor. Pero esto requiere olvido propio, y salir de uno mismo. Es algo tan hermoso como difícil; requiere poner rostros y nombres al amor, aunque sean rostros o nombres desagradables y antipáticos.
Lo que Jesús propone es un ideal estupendo, que corresponde al deseo más auténtico del corazón. Hemos sido creados para amar y ser amados. Dios, que es amor, nos ha creado para hacernos partícipes de su vida, para ser amados por Él y para amarlo y para amar con Él a todas las demás personas. Este es el sueño de Dios para el hombre (Papa Francisco).
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