25/10/2025 Sábado 29 (Lc 13, 1-9)
- Angel Santesteban

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¿Pensáis que aquellos galileos, dado que sufrieron aquello, eran más pecadores que los demás galileos?
La desgracia no es el castigo del pecado cometido. Ante el ciego de nacimiento, Jesús dice: Ni él pecó ni sus padres; ha sucedido para que se revele en él la acción de Dios (Jn 9, 3). Por otra parte, como la sombra al árbol, así la penitencia acompaña al pecado; pecado que puede conducir a un desenlace peor que si nos cayera encima la torre de Siloé. Aprendamos a contemplar y vivir las desgracias, sobre todo las más crueles, a la luz del Crucificado.
Señor, déjala por este año todavía y mientras tanto cavaré a su alrededor y echaré abono, por si da fruto en adelante; y si no da, la cortas.
El episodio de la higuera de Mateo (Mt 21, 18) nos habla de la severidad de Dios; la parábola de la higuera de Lucas nos habla de la paciencia de Dios. A toda higuera estéril se le da otra oportunidad. Siempre. La paciencia de Dios, como la paciencia de una madre, nunca se agota. Si para la pobre higuera nunca parece ser tiempo de higos, siempre será tiempo de misericordia.
La higuera estéril es símbolo de quien vive para sí mismo, replegado en su comodidad, incapaz de dirigir su mirada a quienes sufren cerca de él. A esta actitud de egoísmo se contrapone el gran amor del viñador por la higuera. Hace esperar al dueño, tiene paciencia, le dedica su tiempo y su trabajo (Papa Francisco).
¿Qué frutos espera el dueño de la viña? Responde el Papa León: estar cerca de los pobres, de los que sufren. Los pobres no son un problema que resolver, sino hermanos y hermanas que acoger (Dilexi te, n 56).
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