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25/11/2020 Miércoles 34 (Lc 21, 12-19)

Pero, antes de todo esto, os echarán mano y os perseguirán, os entregarán a las sinagogas y cárceles y os llevarán ante reyes y gobernadores por mi nombre; esto os sucederá para que deis testimonio.

Jesús vivió en permanente confrontación con los poderes políticos y religiosos. Con los religiosos más que con los políticos. Así nos sucede también a nosotros. Sufrimos más por incomprensiones, insensibilidades o rechazos de los nuestros, que por persecuciones de los extraños.

Os perseguirán. La persecución, del tipo que sea, acompaña al discípulo como acompañó a Jesús: Si a mí me han perseguido, también os perseguirán a vosotros (Jn 15, 20). El Papa Francisco dice que la fe no es un seguro de vida, sino más bien un riesgo sostenido en comunidad, y en la incondicionalidad de una presencia que nos sostiene y alienta siempre, especialmente en los momentos más duros de la vida.

Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas.

Igual que el trigo tiene que aprender a convivir con la cizaña de la parábola, los creyentes tenemos que aprender a convivir con las tensiones y los conflictos. Sin perder la serenidad. En la libertad que nos da la confianza en quien nos acompaña y nos invita a diario a llevar la cruz. Como la llevó Él.

Es oportuno recordar que para conflictos nos bastamos solos, porque nuestros peores adversarios los llevamos dentro. Así se lamentaba san Pablo: ¿Quién me librará de este cuerpo que me lleva a la muerte? (Rm 7, 24). También esta lucha debe ser vivida en la serenidad que nos da la confianza. Porque no se perderá ni un pelo de vuestra cabeza. Y porque en todas estas circunstancias vencemos de sobra gracias al que nos amó (Rm 8, 37).

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