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25/11/2021 Jueves 34 (Lc 21, 20-28)

Habrá señales en el sol, la luna y las estrellas. En la tierra se angustiarán los pueblos, desconcertados por el estruendo del mar y del oleaje.

De manera dramática se nos dice que todo aquello que nos daba seguridad desaparecerá. Y que las estructuras en que confiábamos se nos irán derrumbando, hasta no quedar piedra sobre piedra. Es, por ejemplo, la experiencia común a todos durante los últimos años de nuestras vidas.

Igual que hay cambios de época a lo largo de la historia de la humanidad, así hay cambios de época a lo largo de nuestra existencia. Son momentos difíciles de gestionar. La fe nos ayuda a hacerlo de la mejor manera ya que, porque creemos, sabemos que lo que nos espera no es una hecatombe, sino la más gloriosa liberación.

Cuando comience a suceder todo eso, erguíos y levantad la cabeza, porque se acerca vuestra liberación.

Levantad la cabeza. Un creyente no va por la vida cabizbajo, en actitud de autodefensa. Es consciente, sí, de sus limitaciones y pecados, pero es más consciente aún de que donde abunda el pecado sobreabunda la gracia. Como Pablo: ¡Desgraciado de mí! ¿Quién me librará de esta condición mortal? ¡Gracias a Dios por Jesucristo Señor nuestro! (Rm 7, 24-25). Pues el salario del pecado es la muerte, mientras el don de Dios, por Jesucristo Señor nuestro, es la vida eterna (Rm 6, 23).

El creyente no conjuga la vida en primera persona; no vive enredado en sus propias redes. Contempla el futuro con esperanza. Es la esperanza la que configura su estilo de vida. Contempla el futuro con confianza, y así inyecta vitalidad y positividad en el presente, sin permitir que el derrotismo le paralice.

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