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25/12/2021 Natividad del Señor (Lc 2, 1-14)

Estando allí le llegó la hora del parto y dio a luz a su hijo primogénito. Lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no habían encontrado sitio en la posada.

Solamente Lucas nos habla del nacimiento de Jesús en Belén. Mateo nos detalla los problemas de José ante el embarazo de María. Marcos ignora la infancia de Jesús. Juan se recrea presentándonos el origen divino de Jesús: La Palabra de Dios se hizo carne y habitó entre nosotros.

Es lo fundamental de la fe cristiana. El hijo de María nacido en condiciones pobrísimas, el hijo del carpintero de Nazaret, el ajusticiado en la cruz, es el Hijo de Dios. Es Dios que ha querido hacerse uno de nosotros. A nosotros nos gusta distinguir y diferenciar lo sagrado de lo profano, lo espiritual de lo material, la eternidad de la historia, lo divino de lo humano; a Él le gusta unificarlo todo. Sin renunciar a las contradicciones de la cotidianidad, nos adentramos en el gran misterio de Dios, y podemos contemplar el esplendor de su gloria aquí en la tierra.

Comenta el Papa Francisco: Belén significa casa-del-pan. En la casa-del-pan nace Dios en un pesebre. El hombre, desde los orígenes tiene miedo de Dios. Belén es el remedio al miedo porque, a pesar del NO del hombre, allí Dios dice siempre ; será para siempre Dios con nosotros. Y para que su presencia no inspire miedo, se hace un niño tierno.

En Belén hay de todo: luces, ángeles, cantos…; pero el corazón de todo es el niño del pesebre. En nuestras celebraciones navideñas también hay de todo: felicitaciones, regalos, bullicio…; pero el corazón de todo, para nosotros creyentes, es siempre el niño de María recostado en un pesebre.

Es Navidad y Dios nos habla. No lo hace con abundancia de palabras, sino con una única palabra: la Palabra de Dios que se ha hecho carne. No es Palabra para ser escuchada; es Palabra para ser contemplada.

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