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26/04/2021 San Isidoro (Mt 5, 13-16)

Vosotros sois la sal de la tierra… Vosotros sois la luz del mundo.

Nosotros. Los que seguimos a Jesús y escuchamos su palabra. Algunos de nosotros, sin haber traspasado el umbral de la embriaguez, habremos experimentado cómo el vino nos lleva a un estado de ánimo alegre, optimista y sociable. Algo semejante está supuesto a producir en nosotros el consumo de Evangelio: fuente de alegría, de liberación y de salvación para todos los hombres (Papa Francisco). Nosotros, cada uno desde su circunstancia personal, tenemos como misión transmitir a todos la salvación de Jesús, la plenitud de vida.

Vosotros sois la luz del mundo.

Nosotros. Los que siguiendo a Jesús hemos absorbido su Evangelio, tenemos luz; no para que disfrutarla cerrados en nuestro propio aposento, sino para ponerla sobre el candelero de modo que alumbre a todos los que nos rodean.

Vosotros sois la sal de la tierra y la luz del mundo.

Unos nos identificaremos mejor con la sal y nos pondremos nerviosos ocupando el centro de atención; aborrecemos protagonismos y fanfarrias. Otros nos identificaremos mejor con la luz y nos encanta proclamar y comunicar el tesoro que el Señor nos ha dado para ser compartido. No es fácil combinar el brillo de la luz con la discreción de la sal. Tenemos que estar siempre atentos para evitar protagonismos fatuos y ponernos a nosotros mismos como puntos de referencia.

Sal y luz. Son dos maneras de testimoniar. No se excluyen; se complementan. Allí donde está, el cristiano está llamado a ser fuente de luminosidad y de bonanza; nunca de oscuridad o negatividad. Esto lo debe vivir de igual manera el clérigo y el laico. Como lo vivieron de igual manera Jesús y su madre.

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