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26/05/2021 San Felipe Neri (Mc 10, 32-45)

Iban de camino, subiendo hacia Jerusalén. Jesús iba adelante y ellos se sorprendían; los que seguían iban con miedo.

El seguimiento no siempre se parece al de la imagen idílica de las ovejas detrás del pastor. A veces se parece más a lo de hoy: discípulos siguiendo a Jesús de mala gana. Tratan de ralentizar el paso ligero de Jesús. Él se vuelve y les repite lo dicho en otras ocasiones:

Mirad, estamos subiendo a Jerusalén: este Hombre será entregado…, Lo condenarán a muerte… Se burlarán de Él, le escupirán, lo azotarán y le darán muerte, y al cabo de tres días resucitará.

La historia que sigue demuestra que los discípulos continúan sin entender nada. Siguen con sus ambiciones de ser más y mejores que los otros.

Se le acercaron los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, y le dijeron: Maestro, queremos que nos concedas lo que te vamos a pedir.

En Mateo (20, 20) son capitaneados por su madre. Todos, ellos y ellas, son fervorosos discípulos. Pero todos han falseado el seguimiento. ¡Todos tan lejos de comprender que el camino de la gloria pasa por la cruz!

¿Sois capaces de beber la copa que yo he de beber o bautizaros con el bautismo que yo voy a recibir?

Bautizar significa sumergir. Jesús sube a Jerusalén para sumergirse en un mar de sufrimiento. Ellos responden que sí son capaces; ni idea de lo que dicen.

No será así entre vosotros.

Gracias a Marcos por no tratar de disimular torpezas, miedos y ambiciones de los discípulos. Nosotros captamos mejor la esencia del discipulado. Pero a todos nos cuesta tantísimo apropiarnos de la actitud de Jesús: Este Hombre no vino a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por todos.

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