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26/07/2021 Santos Joaquín y Ana (Mt 13, 31-35)

El Reino de los Cielos se parece a la levadura; una mujer la amasa con tres medidas de harina hasta que todo fermenta.

Las dos parábolas, grano de mostaza y levadura, son gemelas. El grano de mostaza, tan diminuto, capaz de convertirse en la más alta de las hortalizas donde anidan los pájaros. La levadura, tan poco visible y tan poca cosa, capaz de transformar en pan una masa indigesta.

El Reino de los Cielos, aunque no lo parezca, es algo real y actual, aunque todavía no haya desplegado todo su potencial. Nosotros, los creyentes, estamos llamados a vivir esta realidad y ser como escaparates discretos pero seductores; o como radiadores que, sin meter ruido, hacen agradable el ambiente. No buscamos llamar la atención. Solamente vivimos nuestra fe con absoluta convicción. Y eso lo irradiamos.

El verdadero creyente, el que de verdad cree y vive la realidad del Reino, no juzga, ni ve a quienes no comulgan con él como enemigos a quienes hay que combatir. El verdadero creyente sabe, está seguro, de que Dios tiene su manera de salir al paso a todos y cada uno de sus hijos e hijas. Sin prisas; cada uno en su momento.

Son dos parábolas especialmente oportunas en la circunstancia que vivimos en nuestros viejos países de cristiandad. Podríamos ser asaltados por la tentación del desaliento y del pesimismo: porque perdemos peso en la sociedad; porque la mayoría de la gente pasa de nosotros… Deberíamos congratularnos por esto. También Él vivió algo parecido cuando muchos de sus discípulos se echaron atrás y ya no andaban con Él (Jn 6, 66). No le dio importancia. La profunda realidad del Reino no tiene que ver con las estadísticas.

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