Las necias tomaron sus lámparas pero no llevaron aceite.
Si queremos estar preparados cuando el Señor llegue, debemos estar provistos de aceite. De lo contrario se nos dirá: Os aseguro que no os conozco. Esto significa que el aceite no es otra cosa que la relación personal con el Señor; lo que santa Teresa llama trato de amistad. Trato de amistad de doble dimensión: la interior de atención al esposo, y la exterior de atención a los prójimos.
A medianoche se oyó una voz: ¡Que llega el esposo, salid a su encuentro!
Las diez muchachas habían salido, todas muy contentas, a recibir al esposo. No se imaginaban que el banquete de bodas tendría lugar a medianoche. La espera se les hizo larga y todas se durmieron. Solamente el pequeño descuido de no tener una reserva de aceite puso de manifiesto que cinco de ellas eran necias; se perdieron la fiesta. Hasta ese momento todas parecían igualmente buenas e inteligentes.
No es suficiente comenzar bien el tiempo de espera de la vida, con años de mucho trabajo y dedicación; es necesario continuar así también en los años finales, siempre provistos de aceite.
Por tanto velad, porque no sabéis el día ni la hora.
La vida no debe ser una espera descuidada ni una espera dominada por la ansiedad o la angustia. Para quien está provisto de aceite, para quien mantiene una relación de amistad con el esposo, lo que importa es el momento presente, sea de vida sea de muerte. Es una espera, un estilo de vida, que Juan de la Cruz lo canta así: Buscando mis amores, - iré por esos sotos y riberas; - ni cogeré las flores, - ni temeré las fieras, - y pasaré los fuertes y fronteras.
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