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26/09/2022 Lunes 26 (Lc 9, 46-50)

Surgió una discusión entre ellos sobre quién sería el más grande.

Resulta patético ver cómo aquellos discípulos, que llevan bastante tiempo con Jesús, no acaban de entenderle, y se disputan los honores del reino que ellos imaginan. Más triste aún ver cómo los discípulos de ahora, que llevamos muchos siglos con Él, tampoco le entendemos, y seguimos persiguiendo honores y distinciones. ¿Y si nos miramos a nosotros mismos? ¿Podremos decir que hemos aprendido la lección del niño?

Jesús tomó de la mano un niño, lo puso a su lado y les dijo: El más pequeño de todos vosotros, ése es el mayor. En otro lugar lo dice así: Si no os hacéis como los niños, no entraréis en el Reino de Dios (Mt 18, 3).

Quien mejor ha ilustrado estas palabras de Jesús ha sido santa Teresa de Lisieux: Ser niño es reconocer la propia nada y esperarlo todo de Dios, como un niño lo espera todo de su padre. Es no preocuparse por nada, ni siquiera por ganar dinero. Hasta en las casas de los pobres se da al niño lo que necesita; pero en cuanto se hace mayor, su padre se niega ya a alimentarlo y le dice: Ahora trabaja, ya puedes arreglártelas por tu cuenta. Precisamente por no oír eso, yo no he querido hacerme mayor, sintiéndome incapaz de ganarme la vida.

Jesús se complace en mostrarme el único camino que conduce a esa hoguera divina. Ese camino es el abandono del niñito que se duerme sin miedo en brazos de su padre.

Que estas palabras de Teresita nos ayuden a contemplar la escena de Jesús con el niño y los discípulos. Al niño le dan un poco de miedo aquellos hombres, pero los brazos de Jesús le tranquilizan.

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