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26/10/2020 Lunes 30 (Lc 13, 10-17)

Había una mujer a la que un espíritu tenía enferma hacía dieciocho años; estaba encorvada y no podía en modo alguno enderezarse.

Sucede en la sinagoga y en sábado; tiempos y espacios sagrados. Es una mujer piadosa. Lleva dieciocho años mirando al suelo, incapaz de mirar al cielo. S vida que gira en torno a sí misma; es incapaz de levantar los ojos hacia Dios o los prójimos. Nos vemos representados en esta mujer cuando los miedos o complejos o compulsiones nos atenazan y nos impiden salir de nosotros mismos.

Después de mucho intentarlo, después de muchos médicos y curanderos, la mujer se ha resignado a su suerte. Aquella otra mujer, la de los flujos de sangre, nunca se resignó. Después de los médicos y curanderos, recurrió a Jesús, y así se vio libre de su humillante enfermedad.

Al verla, Jesús la llamó y le dijo: Mujer, quedas libre de tu enfermedad. Le impuso las manos, y enseguida se puso derecha.

En la vida de la mujer de la sinagoga dominan la rutina y la monotonía; no hay ilusión ni esperanza. Jesús abrió nuevos y luminosos horizontes en su vida. Caminar es el arte de mirar el horizonte. En el arte de caminar, lo que importa no es caer, sino no quedarse caídos. Levantarse pronto, inmediatamente, y seguir andando (Papa Francisco).

El jefe de la sinagoga, indignado porque Jesús había curado en sábado…

La manera farisea de entender lo religioso, tanto ayer como hoy, consiste en fijarnos en la letra de la ley. La manera de Jesús consiste en poner la atención en el espíritu de la ley. Quien pone mucha atención en la letra de la ley es incapaz de reconocer la Buena Noticia de la misericordia de Dios.

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