26/11/2025 Miércoles 34 (Lc 21, 12-19)
- Angel Santesteban

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Esto os sucederá para que deis testimonio de mí.
La vida del creyente está llamada a ser testimonio de Jesús en todo momento; en todo momento estamos llamados a transparentar el Evangelio. Pero estamos llamados a ser testigos de Jesús de manera especial en los momentos más complicados. Conviene recordar que los sinsabores más amargos no le vinieron a Jesús desde los de fuera sino desde los de dentro. Así sucede también entre nosotros. Conviene recordarlo, porque si el rechazo de los de fuera suele envalentonarnos, el de los de casa suele descorazonarnos.
El desconcierto podría apoderarse de nosotros: Seréis entregados por padres, hermanos, parientes y amigos, y matarán a algunos de vosotros. Un autor actual dice: Cristo nos pidió que fuéramos la sal de la tierra, no azúcar; y mucho menos, sacarina. La sal escuece. Y el día que caigamos simpáticos al mundo será porque ya no somos auténticos seguidores de Jesús. Jesús intenta infundir en nosotros confianza y seguridad: No perecerá ni un cabello de vuestra cabeza.
Con vuestra constancia ganaréis vuestras vidas.
Jesús invita al discípulo a afrontar los padecimientos con la serenidad con que Él mismo los afrontó, con su misma actitud interior: No es más el siervo que su amo (Jn 13, 16). Nada de victimismo, amargura, violencia, o resignación; sí confianza, paciencia y perseverancia. Siempre sobre la base de una fe firme en un Dios que conduce la historia, la universal y la personal. Quien es paciente y perseverante vive en línea con las palabras de san Pablo: Si nos fatigamos y luchamos es porque tenemos puesta la esperanza en Dios vivo, que es el Salvador de todos los hombres (1 Tim 4, 10).
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