top of page
Buscar

26/12/2020 San Esteban (Mt 10, 17-22)

El hermano entregará al hermano a la muerte.

Ayer celebrábamos con gozo la sabiduría y la omnipotencia de Dios hechas ternura en el bebé de María. Hoy constatamos con tristeza la insensatez humana del odio y de la sangre ante el asesinato del primero de tantos millones de mártires. La ternura de Dios hecho Niño que celebramos en Navidad, contrasta con la violencia y la injusticia estructural naturalizada con la que convivimos (Papa Francisco).

Esteban no es asesinado por los poderes malvados del mundo, sino por personas de templo y de piedad. El joven Saulo, el moralmente intachable fariseo, el futuro san Pablo, fue cómplice de la ejecución. Evidentemente, la salvación que Jesús nos trae se enfrenta al poder del mal que anida en todo ser humano. Y el poder del mal solamente es vencido con el perdón. Esteban muere con la misma actitud de perdón y confianza que su Señor: Señor Jesús, recibe mi espíritu.

Jesús habla con frecuencia de persecuciones. Unas veces se refiere a sí mismo, otras a todos sus discípulos: No está el discípulo por encima del maestro (Mt 10, 24). Llega incluso a asegurar que estamos llamados a encontrar precisamente ahí nuestra dicha: Dichosos vosotros cuando os injurien, os persigan y os calumnien de todo por mi causa (Mt 5, 11).

En la vida de Jesús abundan conflicto y persecución. Todos debemos aprender a vivirlos con serenidad. Tanto si la persecución proviene de fuera, como de dentro. Lo más complicado es encontrar la dicha en la persecución que proviene de los enemigos que llevo dentro. Si no me reconcilio con mi historia pasada y con la cizaña que llevo dentro, seré un rehén de mis ilusiones y una víctima de las consiguientes decepciones.

0 comentarios

Entradas Recientes

Ver todo

Comments


bottom of page