Cuando venga en su gloria el Hijo del Hombre, y todos los ángeles con Él, se sentará en el trono de su gloria y serán reunidas ante Él todas las naciones.
Es una parábola tan rica en detalles que podemos perdernos en eso, en los detalles. ¿Cuál es el núcleo de esta parábola del Juicio Final; qué es lo que Jesús quiere decirnos? Lo encontramos en estas palabras: En verdad os digo que cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis.
Está claro que el Dios cristiano, el Dios que es Jesús, se identifica con los más débiles y más vulnerables. Como está claro que quienes seguimos a Jesús estamos llamados a salir de nosotros mismos para darnos generosa y gratuitamente a los más necesitados.
Lo que Jesús pretende con esta parábola es que tengamos muy claro que nuestra relación personal con Él se fragua en la relación con nuestros prójimos. Especialmente los más pobres; pobres de bolsillo, pobres de salud física, pobres de salud mental, pobres de carácter, pobres de cualidades humanas. En la sobremesa de la última cena nos dirá que los demás sabrán que somos discípulos suyos si nos amamos como Él nos ha amado. No caigamos en la tentación de practicar una religiosidad de mucha fachada para cubrir carencias de entrega gratuita. Es tan fácil engañarse pensando que una vida es verdaderamente cristiana cuando no lo es.
En nuestras liturgias solemos cantar un hermoso canto con texto de san Juan de la Cruz: Al atardecer de la vida, me examinarán del amor. No de la fe, no de las virtudes, no de las devociones. Claro que quien tiene fe auténtica tiene mucho camino hecho para llegar al verdadero amor.
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