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27/05/2022 Viernes 6º de Pascua (Jn 16, 20-23a)

La mujer, cuando va a dar a luz, está triste porque le ha llegado su hora; pero cuando ha dado a luz al niño, ya no se acuerda del aprieto.

Es una comparación elocuente. Describe bien la cruz y resurrección del Señor; y la del discípulo, el de ayer y el de hoy. También san Pablo usó la misma comparación para expresar el largo y trabajoso proceso de todo lo creado que se va liberandode la corrupción para participar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Pues sabemos que la creación entera gime hasta el presente y sufre dolores de parto (Rm 8, 21-22).

Otra comparación empleada por Jesús, muy plástica también, es la del grano de trigo: Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto (Jn 12, 24).

Los dolores de la parturienta y la muerte del grano de trigo ni son estériles ni son definitivos. La mujer sabe que las molestias del embarazo y los dolores del parto son necesarios para la nueva vida. Eso hace que sus sufrimientos sean más llevaderos. También el labrador sabe que, para obtener una buena cosecha, los granos sembrados deben morir. Todo esto es algo indispensable para llegar a esa alegría que ya nadie nos podrá quitar. Sufrimiento y duelo son compañeros naturales de la muerte. Pero los soportamos con entereza, como la parturienta, gracias a la esperanza de la nueva vida.

En el misterio pascual de Jesús, en su muerte y resurrección, estamos involucrados todos; consciente o inconscientemente. Porque el discípulo no es más que su Maestro. Y porque, si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con Él (Rm 6, 8).

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