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27/07/2021 Martes 17 (Mt 13, 36-43)

Se le acercaron sus discípulos diciendo: Explícanos la parábola de la cizaña del campo.

Los discípulos se le acercan. Estamos lejos de la gente, en la intimidad. Aún así, no es sencillo lo del origen y la presencia del mal en el mundo y en nosotros. Los grandes pensadores lo han intentado. Todos analizan el problema desde abajo, con el instrumento de la razón. Jesús contempla el problema desde arriba, con el instrumento de la fe. La contemplación del misterio del amor de Dios exhibido en la cruz, no tranquiliza a la razón, pero satisface al corazón. El creyente asume el mal como componente de la vida.

El Papa Francisco lo explica así: La actitud del propietario del campo donde se ha sembrado la cizaña es la actitud de la esperanza fundada en la certeza de que el mal no tiene ni la primera ni la última palabra. Ante la cizaña presente en el mundo, el discípulo del Señor está llamado a imitar la paciencia de Dios, a alimentar la esperanza con el apoyo de una firme confianza en la victoria final del bien, es decir, de Dios.

Recordemos el testimonio dramático de Pablo sobre su vivencia personal de la presencia de la cizaña en el campo de su propia vida: Me complazco en la ley de Dios según el hombre interior, pero advierto otra ley en mis miembros que lucha contra la ley de mi razón y me esclaviza a la ley del pecado que está en mis miembros. ¡Pobre de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo que me lleva a la muerte? Pero Pablo contempla su campo plagado de cizaña desde su fe, y concluye triunfante: ¡Gracias sean dadas a Dios por Jesucristo nuestro Señor! (Rm 7, 22-25).

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