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27/10/2021 Miércoles 30 (Lc 13, 22-30)

Luchad por entrar por la puerta estrecha, porque, os digo, muchos pretenderán entrar y no podrán.

Quien había preguntado, Señor, ¿son pocos los que se salvan?, no quedaría satisfecho con la respuesta de Jesús. La catequesis y la predicación tradicionales han puesto gran énfasis en la propia salvación. Muchos cristianos viven obsesionados con la suya. Tanto que nos hemos inventado fórmulas y recetas infalibles de salvación.

Sabemos que los fariseos ciertamente no entráis, y a los que están entrando no les dejáis entrar (Mt 23, 13). Sabemos también que los ricos de corazón lo tienen complicado. Pero sabemos, sobre todo, que para Dios todo es posible (Mt 19, 26).

Luchad por entrar por la puerta estrecha.

¿En qué piensa Jesús hablando de la puerta estrecha? En lo dicho poco antes: Si no os convertís, todos pereceréis del mismo modo (Lc 13, 3 y 5). Una conversión más de fe que de virtudes: Pues hemos sido salvados por la gracia mediante la fe; y esto no viene de nosotros, sino que es un don de Dios. Tampoco viene de las obras, para que nadie se gloríe (Ef 2, 8-9). Él es la Puerta Estrecha. Para pasar por ella hay que desnudarse de estructuras y fórmulas mágicas.

Vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se pondrán a la mesa en el Reino de Dios.

Antes nos ha dicho Jesús que muchos pretenderán entrar y no podrán; ahora nos dice que son multitud los que entran, de oriente y occidente, del norte y del sur. Evocamos la parábola de la gran cena, cuando el amo manda al criado: Sal a los caminos y veredas, y obliga a entrar hasta que se llene mi casa (Lc 14, 23).

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