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27/11/2020 Viernes 34 (Lc 21, 29-33)

Mirad la higuera y todos los demás árboles. Cuando veis que echan brotes, sabéis que el verano está ya cerca.

Lo sabemos sin necesidad de pensar. Pero sí que necesitamos pensar y reflexionar para sacar conclusiones correctas observando con detenimiento los acontecimientos de la vida social y personal.

Jesús ha hablado de guerras y catástrofes. Hoy hablaría también de pandemias. Nos está invitando a percibir en todas estas cosas signos del Reino de Dios. Reino de Dios que ya está entre nosotros pero que todavía no ha alcanzado su plenitud.

Jesús nos quiere pensantes. Que pensemos con la cabeza y con el corazón. Y que, para no sacar conclusiones equivocadas, lo hagamos a la luz de la Palabra de Dios. Que nuestro hablar y nuestro actuar no sean fotocopias de lo que comúnmente se dice o se hace.

El mundo intenta que seamos pensantes; no le gustan criterios independientes. Nos prefiere anestesiados; así seguimos la moda y la opinión pública; así aceptamos sin rechistar las proclamas de los papagayos de nuestros medios de comunicación.

El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.

Antes o después, lo contingente pasa. Pero el Dios fiel y misericordioso permanece siempre. ¿Permanecemos unidos a Él? Entonces pasaremos animosos a través de las calamidades de la vida con la cabeza alta porque se acerca nuestra liberación.

Escuchar a Dios nos exige poner atención a los signos de los tiempos y discernirlos en comunidad. Uno de los más desafiantes hoy es la realidad de las personas migrantes. ¿Cómo hacer llegar a nuestros hermanos migrantes el mensaje de que el Reino de Dios está también cerca de ellos? ¿A través de qué gestos y prácticas podemos hacerlo? (Papa Francisco).

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