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27/12/2024 San Juan, Evangelista (Jn 20, 1-8)

  • Foto del escritor: Angel Santesteban
    Angel Santesteban
  • 26 dic 2024
  • 2 Min. de lectura

Salió Pedro con el otro discípulo y se dirigieron al sepulcro. Corrían los dos juntos; pero el otro discípulo corría más y llegó primero al sepulcro.

María Magdalena es la primera en echar a correr al ver la piedra retirada del sepulcro. Corre para anunciarlo a Pedro y a Juan. Ellos, alborotados, corren al sepulcro. Total que solo encuentran los lienzos y el sudario. La estampa nos evoca la de los pastores que encontraron solamente al niño del pesebre y de los pañales. Tanto ante el sepulcro vacío como ante la cuna de Belén, es necesaria mucha fe para creer.

A Juan, como a los pastores, le costó menos: vio y creyó. A Pedro le costó más. Aunque ambos buenos discípulos, son diferentes. Juan simboliza el carisma; Pedro, la autoridad. Juan llega antes; Pedro es más lento. Pero Juan tiene la delicadeza de esperar, sin impacientarse: Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero; vio y creyó.

La relación de Juan con Jesús es la que todo cristiano está llamado a imitar: profunda y serena. Se resume en las tres palabras que Juan pronunció en el lago: Es el Señor (Jn 21, 7). Es una relación que llena la vida de luminosidad y de paz. Es lo que Juan trata de comunicar en sus escritos: Esto ha sido escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre (Jn 20, 31).

Pedro y Juan corrieron al sepulcro y lo encontraron abierto y vacío. Entonces se acercaron y se inclinaron para entrar en la tumba. Para entrar en el misterio hay que inclinarse, abajarse. Solo quien se abaja comprende la glorificación de Jesús y puede seguirlo en su camino (Papa Francisco).

 
 
 

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