top of page
Buscar

28/03/2022 Lunes 4º de Cuaresma (Jn 4, 43-54)

Había un funcionario real, cuyo hijo estaba enfermo en Cafarnaún… Fue a Jesús y le rogaba que bajase a curar a su hijo, porque estaba a punto de morir.

Todos recurrimos a Él cuando la necesidad nos agobia. ¿Cómo lo hacemos? Aquel funcionario real creía en Jesús, pero su fe podría haber sido más contundente. Jesús se lamenta: Si no veis signos y prodigios, no creéis. Recordemos que para el Evangelista Juan, el pecado número uno es la falta de fe, y que lo opuesto al pecado no es la virtud, sino la fe. Recordemos también las palabras de Jesús a Tomás después de la resurrección: Dichosos los que no han visto y han creído (Jn 21, 29). Para aquel centurión romano que pedía a Jesús la curación de uno de sus siervos, la palabra de Jesús era suficiente; no era necesaria su presencia junto al enfermo. Jesús quedó admirado de su fe (Mt 8, 10).

Ahora Jesús pone a prueba la fe del funcionario: Vete, que tu hijo vive. Ahora también este funcionario se fía de la palabra de Jesús. Quizá, camino de su casa, no estará tan convencido de que va a encontrar vivo a su hijo; pero obedece. La palabra de Jesús obedecida, aunque no haya certeza, es garantía de final feliz. Cuando la fe es como Jesús quiere, los oídos importan más que los ojos; la escucha confiada más que la evidencia.

Tal fue, de nuevo, el segundo signo que hizo Jesús cuando volvió de Judea a Galilea.

El segundo signo. Estamos envueltos en milagros tan sencillos como maravillosos: la belleza, el amor, los ojos de un niño… Debemos insistir en aprender a verlos como signos de la presencia del Dios-Amor entre nosotros.

0 comentarios

Entradas Recientes

Ver todo

Comments


bottom of page