Cuando hayáis levantado al Hijo del Hombre, entonces sabréis que YO SOY.
En el libro del Éxodo vemos cómo Moisés pide a Dios: Si los israelitas me preguntan cómo se llama el Dios de nuestros padres, ¿qué les respondo? Y Dios dice a Moisés: Esto dirás a los israelitas: YO SOY me envía a vosotros (Ex 3, 13-14).
Jesús es el YO SOY. Y según estas palabras de Jesús, no hay mejor camino para llegar al mejor conocimiento de Dios que el de la contemplación del Crucificado. El Papa Francisco nos dice que el cristianismo no es una doctrina filosófica, no es un programa de vida para ser educados, para construir la paz. Estas son las consecuencias. El cristianismo es una persona, una persona elevada en la cruz. Una persona que se anonada a sí misma para salvarnos.
Sin adhesión a la persona de Jesús no hay experiencia de salvación. Cuando aquellos judíos tan piadosos y correctos, pero tan alejados de la experiencia de salvación, le preguntan: ¿Tú, quién eres?, Él responde: Lo que os estoy diciendo desde el principio. Desde el principio. Son las palabras iniciales del libro del Génesis y del Evangelio de Juan. Porque Él es el YO SOY: el que era, el que es, el que será. Por eso, el que se adhiere a Él se adhiere a la vida, tiene vida eterna.
Jesús se lo pone difícil a quien no cree en Él: Moriréis en vuestro pecado. El mayor de los pecados; el de no creer en Él. A nosotros que creemos en Él nos lo pone fácil, aunque por otra parte seamos pobretones y siempre podamos creer más en Él: Todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás (Jn 11, 26).
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